Santísima Trinidad. Evangelio del domingo (A)

(Jn 3, 16-18)

Celebramos hoy la fiesta de la Santísima Trinidad, la fiesta de Dios, ese Misterio que supera infinitamente lo que la mente humana es capaz de captar. Sin embargo, Dios ha creado nuestro corazón con un deseo infinito de buscarle…Hasta tal punto que no encontraremos descanso más que en El. Lo dijo ya hace muchísimos años el gran S. Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descase en ti”. Nuestro corazón con su deseo insaciable de amar y ser amado, con sus ansias de infinito, nos abre un resquicio para intuir el Misterio de Dios que no es un tema a resolver con la cabeza, sino una realidad a la que hemos de acercarnos con el corazón.

En las páginas del delicioso relato El Principito (una metáfora profunda sobre las relaciones humanas) el autor de este libro hace, a través de uno de los dos protagonistas, esta interesante constatación: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.Es una forma bella de exponer lo que acabamos de afirmar…Algo que ya afirmaban los teólogos medievales: “Ubi amor, ibi est oculus”: “Donde hay amor, allí hay ojos que saben ver”. El mismo S. Agustín que acabamos de citar lo había dicho también de un modo más directo: “Si ves el amor, ves la Trinidad.” Cuando el cristianismo habla de que Dios es Trinidad quiere decir que Dios, en su esencia más íntima, es amor compartido.

Jesús, para decir “Trinidad” usa términos que acarician, que crean relaciones: Usa los términos “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Dios no es una idea oscura y abstracta, no es una energía oculta, una fuerza oscura o peligrosa. Dios no es un ser solitario y sin rostro, una especie de sátrapa que vive en las nubes. Dios no es una sustancia fría e impenetrable… Dios es ternura desbordante, es compasión, es familia y por eso es al mismo tiempo, fuente de ternura y de comunión. Toda ternura que nace en el corazón del hombre tiene su origen y su meta en la Ternura con mayúscula que constituye el misterio de Dios. Por eso la ternura no puede ser considerada un sentimiento débil o un simple sentimiento más, debe ser reconocida como signo de madurez y de fuerza interior. La ternura sólo puede brotar de un corazón libre y es expresión e imagen del mismo de Dios que se define a sí mismo como una “madre con entrañas de compasión y de ternura”. La ternura es el termómetro que mejor mide la fe en Dios de una persona y es el rasgo que mejor traduce la grandeza del hombre con los demás.

A esta ternura se oponen dos actitudes muy difundidas en nuestra cultura y que invaden nuestro corazón : la dureza de corazón, entendida como barrera, como muralla defensiva, como indiferencia ante el otro y el repliegue sobre uno mismo: que podríamos llamar también “egocentrismo” o identificar con la ausencia de cualquier tipo de compasión hacia el otro…Y, cuando digo com-pasión, me refiero a la falta de comprensión y empatía con el otro, a la incapacidada a la hora de identificarte con el otro, ponerte en el lugar del otro y hacer que emerja en ti una compasión verificable , efectiva, fraterna, hacia el otro.

Esta es la cuestión y hemos de aclararla. Ante nosotros se abren dos propuestas que se repiten permanentemente, aunque con acentos nuevos: Abrirnos a la ternura y, por tanto, al amor y a la vida o encerrarnos en nosotros mismos y, por tanto, recluirnos en la indiferencia y en el miedo al otro, sobre todo al que es diferente, distinto o distante.

En la Biblia no encontramos ninguna definición teórica de Dios y Jesús cuando nos habla de Dios, no trata de darnos unas clases magisteriales, sino que nos pone delante su relación con El: Nos presenta a un Dios Padre del que El se siente Hijo querido. El se mueve lleno de ese Dios y  sólo se dedica a una cosa: Hacernos comprender con sus palabras y con sus hechos que Dios quiere para todos una tierra habitable, especialmente para los más que sufren, porque loa nombres de los más solos y desgraciados, Dios los lleva tatuados en sus manos.

Creer en Dios no es repetir correctamente el catecismo o el Credo…No es tratar de entender las explicaciones de los teólogos y adherirnos intelectualmente a ellas. Creer en Dios es ACTUAR como Dios actúa…Creer en Dios y vivir en la dinámica de la Trinidad es seguir los pasos de Jesús que vivió como Hijo querido del Padre, movido siempre por su Espíritu, que en palabras de Pedro “pasó por la vida haciendo el bien…Curando las dolencias del pueblo”.. . En palabras del evangelio de hoy, «Enviado por el Padre, no para juzgar al mundo, sino para salvarlo”.

Esto es bueno recordarlo hoy y siempre; de modo especial hoy, que celebramos la fiesta de Dios, la fiesta de la Santísima Trinidad: Dios no es en sí mismo soledad, Dios no es un solterón solitario que vive en la estratosfera, Dios es comunión, es familia, es relación, es donación…Es Padre,Hijo y Espíritu Santo…

Ahora entiendo por qué la soledad no buscada me inquieta tanto y agría mi vida, porque va contra mi naturaleza…Ahora entiendo por qué cuando me encuentro con mis amigos, con aquellos que amo me siento tan bien…. La Trinidad es la imagen de mi sentido último y del sentido último de la historia: Construirnos como familia y caminar juntos hacia la casa común. Construir puentes, alimentar relaciones y priorizar todo aquello que facilita la comunión entre todos.

La Trinidad es el espejo donde mirarnos permanentemente, en ella está nuestro origen, en ella está el camino a recorrer y en ella está nuestra meta.

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