San Francisco de Asís es un santo que inaugura tiempos nuevos. En su época (1183 – 1226) fue un hombre rompedor . En un contexto de cambio social, su vida y su movimiento de predicación itinerante, fue viento fresco para una Iglesia que, a duras penas, salía de una época de hierro y desconcierto, como pocas ha habido en la historia.
Murió para nuestro tiempo, joven, muy joven (46 años). Pero, en aquel tiempo donde todo maduraba antes y la esperanza de vida era mucho más corta, en pocos años llenó una vida.
Su fiesta aparece en la primera semana de octubre. Abre el curso académico y otros tantos cursos, que tienen su parrilla de salida en este mes, invitándonos con su impronta a innovar, a arriesgar y a mirar al futuro con entusiasmo.
Nada es fácil. Nunca lo ha sido, pero frente a la dificultad sólo caben dos posturas: bajar los brazos y someternos o luchar por lo que queremos. Es a esto último a lo que nos anima S. Francisco con su ingenua fortaleza y su esperanza contra toda esperanza.
Hoy, en nuestra ciudad, en la sociedad entera, necesitamos referencias fiables, valores donde fijar los pies. San Francisco puede ser un buen maestro en algunos de los retos de hoy: El respeto y la armonía con el medio ambiente, el cuidado de la casa común, la fraternidad universal con todos los seres, la primacía de la interioridad sobre la dispersión, la fascinación por el ser en lugar del tener, la coherencia, la radicalidad total entre lo que decimos y lo que vivimos. ..Y, en especial, en estos tiempos romos, huérfanos de sueños a todos los niveles, también a nivel eclesial, necesitamos su fuerza imaginativa.
Las fiestas siempre son un paréntesis y un área de descanso en la autovía de lo cotidiano. Es un área, no sólo de descanso, sino también un área para reponer, no sólo energía física, sino también esa energía que alimenta sueños y horizontes nuevos.
Que esta oportunidad que cada año nos brinda, a principio de curso, estas fiestas de nuestro patrono, la experimentemos todos como un momento para distendernos, pero también como un tiempo necesario para concentrarnos y tomar esa decisión pendiente que nos haga avanzar, como individuos, como ciudadanos y como discípulos del Evangelio.
En este camino no basta salir de la parrilla, es importante progresar, poner todas nuestras energías, sin agobios, ni impaciencias, al servicio de lo que pretendemos: Ser hombres y mujeres que dejemos el mundo un poco mejor de como lo hemos encontrado.
¡Que el ejemplo de San Francisco cunda…Merece la pena!
¡Paz y bien!