(Jn 11,1-45)
De nuevo el evangelista Juan nos presenta otra gran catequesis bautismal: Al agua simbolizada en la samaritana y a la luz, representada en el ciego de nacimiento curado por Jesús, la liturgia nos presenta hoy, la catequesis sobre la vida, personalizada en la muerte y resurrección de Lázaro. “Agua, luz y vida” son tres dimensiones de todo hombre regenerado por Dios en el bautismo.
El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a un Jesús tan humano, frágil y entrañable como en el momento en el que se le muere uno de sus mejores amigos. Y, por otra, nunca se nos invita tan directamente y tan tajantemente a definirnos: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mi, aunque muera, vivirá… ¿Crees esto?.”
Jesús no oculta su cariño hacia los tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa cada vez que se acerca a Jerusalén. Un día, Lázaro cae enfermo y sus hermanas mandan un recado a Jesús: “Nuestro hermano, a quien tú amas, está enfermo”.
Cuando Jesús llega a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.
La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar, no encuentra consuelo. Al ver los sollozos de María, Jesús no puede contenerse y rompe también a llorar. Se le rompe el alma al sentir la tremenda impotencia de todos ante la muerte… ¿Quién nos podrá consolar?
Hay en todos nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos ayudamos de la ciencia y, sobre todo, nos agarramos a la medicina para prolongar esta vida biológica… Pero siempre llega la última enfermedad, la última situación decisiva, de la que nadie se escapa.
Tampoco nos serviría mucho vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de personas ancianas, cada vez con menos espacio para los jóvenes; sería terrible un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que, en realidad anhelamos, es una vida diferente, sin dolor, sin vejez, sin lágrimas, sin guerras, una vida plenamente dichosa para todos.
Hoy vivimos en una sociedad que alguien ha descrito como una «sociedad de incertidumbres». Nunca había tenido el hombre tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz y sin embargo, nunca se ha sentido más impotente ante el futuro incierto y amenazador… (Lo vemos a diario: No son sólo los cataclismos naturales, los terremotos, inundaciones o sequías, sino también las amenazas que provienen del mismo hombre, como las guerras, la degradación del medio ambiente e incluso de las mismas conquistas del hombre, de la investigación o de los laboratorios). ¿En qué podemos esperar?
Como los hombres de todos los tiempos también nosotros vivimos rodeados de tinieblas: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir?
Antes de resucitar a Lázaro, Jesús le dice a Marta unas palabras que son para todos nosotros un reto decisivo: “Yo soy la resurrección y la vida: El que crea en mi, aunque haya muerto, vivirá… ¿Crees esto?”
A pesar de las dudas y oscuridades “¿Crees esto?” ¿Crees que Jesús es de verdad el Señor de la vida y de la muerte? ¿Buscas en él la luz y el coraje para luchar contra todas las fuerzas que nos empujan a la muerte? ¿Vivimos como seres libres y portadores de vida o somos simples cadáveres que caminan como zombis? ¿Qué nos repliega sobre nosotros mismos y qué nos ata a la oscuridad de nuestros sepulcros?.
Abramos nuestros oídos y escuchemos los tres verbos que Jesús grita ante la tumba de Lázaro, es un grito ante nuestras propias tumbas, pongámonos en marcha:
“Salir, Desatar y Caminar”… (“Sal a fuera…Desátenle las vendas…Déjenlo andar”). Todo un programa para cualquier bautizado…Todo un reto, si queremos vivir de verdad como nacidos de nuevo.