(Mt 9,13- 10,8)
El evangelio de este domingo marca un momento clave en el desarrollo del Evangelio de San Mateo: Jesús después de dejar claro a qué ha venido y de demostrar su autoridad con palabras y obras, hace el regalo de su autoridad y de su tarea a los que elige. De esta forma, Mateo presenta la misión de la Iglesia como un don de Cristo y del Padre a la Iglesia; un don que la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, simbolizado en el número 12 de los apóstoles elegidos (como 12 eran las tribus de Israel), ha de pedir y obtener con su oración.En síntesis, éste es el Evangelio que nos presenta hoy la liturgia, un texto que para cualquiera de nosotros, discípulos de Jesús, ha de convertirse en proyecto y tarea, en anuncio y liberación.
Todo parte de un VER, de la mirada, de un ponerse en la situación del otro; todo parte de la compasión. Cuanto sigue a continuación es generado por la mirada de Jesús al inicio del texto: El Maestro siente dolor por el dolor del mundo y el llanto de los que lloran le conmueve.“Jesús al ver a las multitudes sintió compasión” … Y dijo: “La Mies es mucha….” Lo que su ojo ve no es la multitud anónima que le rodea, sin nombre y sin rostro o el interminable campamento humano que habitamos esta tierra, no. Lo que ve son cosechas de miedo, rebaños de ovejas exhaustas, colectivos de hombres y de mujeres sin rumbo, perdidos en el fondo del océano, deambulando sin sentido, hombre y mujeres con rostro, excluidos del banquete de la vida. Y llama a los doce y les confía su dolor, su llanto, el llanto de Dios, que es amar con la mirada.“Llama a los doce” y les confía su dolor, que es el dolor del mundo… Llama a la Iglesia y la hace partícipe de lo que le conmueve, de lo que le quema las entrañas: De ahí nace la misión. Ellos, los apóstoles; nosotros, los bautizados, la iglesia toda, tú y yo, llamados a preservar la compasión, (el sentimiento menos azucarado de todos los sentimientos) para sembrarlo en el mundo, para que no desaparezca, para que no se diluya en nuestra sociedad.
Para ello es necesario, dice Jesús, predicar, sanar, resucitar, liberar. Dar riendas a la gratuidad. La misión es, por tanto, doble, anunciar y curar la vida o, al menos, cuidarla: Seis actividades, en una proporción desequilibrada: Varias actividades para sanar, una para anunciar, para predicar que Dios es así, que le duele el dolor del hombre y que está cerca del que sufre con amor. Podríamos esperar una decisión más rotunda por parte de Dios sobre el sufrimiento humano…Una ayuda más inmediata y eficaz de su omnipotencia…Y sin embargo, no. ¿Por qué? ¿Por qué el Señor quiere contar con la fragilidad del hombre para curar la fragilidad de otros hombres, en lugar de hacerlo El con su poder, de forma decisiva, casi mágica e inmediata?
Dios interviene y lo hace a través de sus hijos…Este mundo es nuestra tarea… ”Vayan, pues y oren al Señor para que envíe más obreros….” Porque la respuesta de Dios al sufrimiento y al dolor del mundo soy yo, eres tú, es el hombre, somos todos los hombres y mujeres de la tierra, llamados a ser artesanos de compasión, cosechadores de dolores, segadores de sufrimientos.
“Vayan..” Con las manos de la piedad por delante y los labios de la oración siempre prontos…Porque todo hombre, toda mujer que sufre desamor o sin sentido, que deambula en la vida “cansada y exhausta como oveja sin pastor, “ merece beber del río de la vida que es Dios y, por supuesto, tomar un sorbo, aunque solo sea un pequeño sorbo porque nuestro cauce es escaso, de los diminutos arroyos de vida y amor que tratamos de ser nosotros. Este es el evangelio…Esto es evangelizar.
Al hombre no le salvará Internet, ni el confort, ni el dinero, ni unas nuevas infraestructuras o avances científicos…. Al hombre, sólo le salvará el amor incondicional de Dios, revelado en Cristo, capaz de generar incondicionales del amor. Solo el amor incondicional de Dios, es capaz de generar en nosotros compasión y hacer de nosotros hombres y mujeres capaces de amar de modo incondicional. Por eso, dice Jesús… ”Lo que ustedes han recibido gratis, denlo gratis”. Dios no espera que tú le ames para amarte, no espera a ser correspondido para darte. … La historia de Jesús es la historia de este Dios.