Nacimiento de Juan el Bautista

Celebramos el nacimiento del Precursor del Señor. Es el  alba de una historia global que va mucho más allá de lo doméstico, una historia  que culmina en Cristo: Juan es el inicio. «Juan» es su nombre, «don de Dios»…Así lo llamó su madre  Isabel  y así escribió en una tablilla su padre, el mudo Zacarías, y la palabra volvió a habitar su garganta.

La transición del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento es un tiempo de silencio: La Palabra de Dios, que prescinde del sacerdocio y vuela fuera del templo de Jerusalén, se ha enraizado en el vientre de dos mujeres, Isabel y María. Dios escribe su historia fuera de lo sagrado, en la normalidad de la vida, en la agenda de todos los días.

“Zacarías ha dudado”, ha cerrado los oídos del corazón a la Palabra de Dios, y desde aquel momento ha quedado mudo. No ha escuchado y, ahora, no tiene nada que decir. Sin embargo las dudas del viejo sacerdote, – tus dudas y las mías,- no bloquean la acción de Dios. Por medio de Isabel, una laica frente al sacerdote, Dios continúa su acción en la historia, por medio de una anciana, Isabel, a quien ha llegado el momento difícil del parto y da felizmente a luz un hijo…Y “los vecinos se alegran” con la madre.

El niño, hijo del milagro, hijo de lo inesperado, nace como una  alegre transgresión: es dado a luz como una alegría para los que le rodean… Se convierte, en la grandeza y sencillez de lo cotidiano, en lo que realmente es y significa cualquier nacimiento para el mundo: Todo nacimiento es profecía, todo niño recién nacido es un profeta que trae consigo al nacer, una palabra de Dios única, una palabra de Dios irrepetible e insustituible.

“Querían llamar al niño como su padre, Zacarías”. Pero los hijos no son propiedad de nadie, no pertenecen como pertenece un objeto al inventario de las propiedades familiares. Es cierto que es fruto de la vocación maravillosa de la familia – desgraciadamente aparcada en estos tiempos en los que nuestro país tiene un futuro oscuro, pues a penas nacen hijos y son más los que se van que los que vienen – Y, sin embargo, los niños son el futuro, cada niño es una profecía que habla al mundo, no del pasado, sino del futuro.

«Juan es su nombre»

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