Según Jesús Hernández Perera es la mejor interpretación del protobarroco en Gran Canaria (Canarias: Arte. Fundación Juan March, 249). Es el escalón anexo, dice Juan Sebastián López García, entre el manierismo tardío y el barroco. No hay que descartar que su desconocido diseñador tuviera presente al trazarla la “Puerta del Aire” de la catedral de Las Palmas, pero sobrecargándola de elementos decorativos que no se ven en la obra de Juan Lucero.
El vano semicircular de entrada lo bordea una teoría de casetones que se inicia y termina en sendas pilastras. Las enjutas, el friso del entablamento y los tercios inferiores de los fustes de las columnas están materialmente cuajados con decoraciones de tipo vegetal. Columnas germinadas, con capiteles seudoclásicos, sostienen el entablamento, coronado por un frontón roto. En el tímpano campea la imagen del escudo de la Orden franciscana rematado por una cruz. Está fechada en el año 1689.
Pues, ¿Qué podría decirles en este momento que ustedes no pudieran observar directamente “in situ”, cualquier día de la semana? La puerta de este edificio BIC y Monumento histórico se asfixia entre la selva de coches, camiones y carteles de “besa y baja” inútiles y pretenciosos que la ahogan; al margen del arcoiris de rayas en el suelo – amarillas, blancas, verdes, etc. – al que nadie obedece y, casi siempre impunemente,- dada la carencia de vigilancia….Y eso, a pesar de estar en el corazón de la ciudad.
¡Es una pena! Una ciudad que adolece de testigos monumentales de su historia relativamente reciente y hecha de fusiones culturales, no cuida lo poco que tiene. Unas veces es la indiferencia o el chauvinismo de los asesores de turno, que tiran siempre para lo suyo con la impronta pueblerina del narcisista; otras, las mismas autoridades de la Administración pública, que no reparan en nada para llevar adelante sus iniciativas, aunque sean casi siempre a mayor gloria de sí mismos.
Este espacio franciscano, privilegiado por la historia conventual de la ciudad, ha ido degradándose y cayendo progresivamente bajo la picota de la oficialidad. Y así nos ha ido y nos va.
La Puerta de San Francisco de Asís, el conjunto de su Espadaña y plazas adyacentes, merece, una atención mayor. Da pena la calle Dr. Deniz y la misma calle de San Francisco, llamadas a ser peatonales y convertidas en chapuzas de remiendos y en una selva de aparcamientos .
Para más INRI, la ausencia de una acera que facilite el acceso a este edificio emblemático que es la Iglesia por la calle de San Francisco y la colocación de unos bolardos de plástico verde que gritan a los cuatro vientos la falta de sentido estético, la escasa valoración de este conjunto, por los llamados a ponerlo en relevancia.
¿No hay bolardos más adecuados al lugar y al entorno? ¿Es de recibo la agónica batalla que se libra a diario para encontrar un espacio a la hora de las llegadas o salidas de los centros educativos del entorno? ¿Qué imagen se da de la ciudad y qué se ofrece al turismo que se acerca, movido por los folletos y guías, cuando lo que cruza literalmente la puerta y cubre el conjunto artístico de este rincón es un furgón o un camión descargando su mercancía en el único espacio que encuentran libre?
La Puerta de San Francisco…¡SOS! No reduzcamos a lo invisible lo poquito que nos queda y que merece la pena. Declarar BIC un monumento, o lo que es lo mismo, de Interés General, merece algo más que dejar constancia de ello en papeles y actas perdidas en el pasado. Es cuestión de que los señores, que teóricamente cuidan y protegen estos bienes comunes, vean, paseen nuestras calles, toquen la realidad y respondan con decisiones acertadas a los problemas que continuamente emergen y conforman nuestro día a día.